Serie Orión

Serie Club Orión 01


Piensa en Mí... pensaré en ti









Argumento:


Brendan Hoffman es un importante abogado corporativo. Casado pero harto de las peleas con su mujer, decidió separarse y mudarse al departamento al lado de su amigo Joel, o al menos ese era su plan.

Joel Moore es arquitecto y lleva una vida tranquila a su manera. Cuando por fin su amigo decide divorciarse, él también tomó una decisión, aunque sin demasiadas esperanzas.

Joel nunca imaginó que llegaría el día en que su felicidad se encontrara al alcance de la mano, pero no todo es lecho de rosas en esta vida... una tragedia llama a su puerta.

¿Logrará pasar la prueba que le impuso el destino?

¿Tendrá lo que ansió durante tantos años o lo perderá para siempre?


Primer capítulo:


El timbre sonó con insistencia. Con esfuerzo salió de la cama en bóxer, eran las cinco de la mañana. Abrió la puerta y frente a él estaba Brendan con dos maletas y visibles marcas de cansancio en el rostro.
—¿Me puedo quedar contigo hasta que el conserje pueda darme las llaves del departamento de aquí al lado? —interrogó Brendan luego de saludarlo.
—Por supuesto amigo, no tienes que preguntarlo. ¿Fue grande la pelea? —preguntó Joel.
—Esta vez fue definitiva… no va más, mañana mismo llamo a mi abogado para iniciar la demanda de divorcio.
—¿En verdad… lo dices enserio? —inquirió un Joel muy aliviado.
—Sí. Quiero dormir, descansar, estar en mi casa sin discusiones o malas caras. La situación era insostenible y por fin me di cuenta que todo se terminó entre Patricia y yo.
—Me alegro por ti, esto no era bueno para ninguno de los dos. Espero que puedas sostener tu decisión —mientras hablaba se dirigió a la cocina— ¿Quieres un café? —preguntó.
Esperaba que él le respondiera algo, como no contestó volvió a la sala y encontró a su amigo recostado en el sillón, dormido. Era seguro que hacía días que no lo hacía. Sonriendo fue a su cuarto en busca de una manta y una almohada; le levantó la cabeza muy despacio mientras lo contemplaba con deleite. Luego lo abrigó y se retiró a su habitación, no era el momento de incomodarlo. Volvió a su cama pero estaba seguro que no volvería a dormirse, la emoción de tener una oportunidad no se lo permitiría. Ahora sólo lo ayudaría como amigo en todo lo que pudiese y después cuando ya estuviese tranquilo y sin problemas se ocuparía de lo demás.
Había conocido a Brendan Hoffman en la cafetería de la universidad cuando él estudiaba su primer año de arquitectura y Brendan el segundo de abogacía, de eso hacía ya ocho años. El lugar estaba lleno y no había dónde sentarse, fue esa la razón por lo que Joel Moore le preguntó a Brendan –que estaba sólo en una mesa– si podía acompañarlo. Éste levantó la cabeza de entre sus papeles y con una sonrisa que dejó a Joel sin aliento asintió. Comenzaron una conversación que los mantuvo uno frente a otro durante un buen tiempo, en el cuál se enteró que el futuro abogado estaba casado. Eso lo entristeció pero se fueron haciendo cada vez más amigos y a partir de ese momento siempre estuvieron juntos.
También se hizo amigo de Patricia, era una buena mujer pero con una visión de la vida un tanto particular que ni Brendan ni Joel compartían. Si Bien el matrimonio no marchaba a las mil maravillas era tolerable, hasta que Patricia comenzó a quejarse por todo y siempre echaba la culpa a Brendan. Muchas veces ni siquiera sabía de qué era culpable pero de que lo era, ella estaba segura. Y así se fue terminando lo poco que los unía hasta quedar sólo el hastío.
Joel no pudo seguir en su cama sabiendo que el amor de su vida dormía en el sillón de su sala. Se levantó y sin hacer ruido se dirigió a su espectacular cocina a preparar el desayuno. Pronto el inconfundible aroma a café recién preparado inundó la sala donde dormía un Brendan, que se despertó con una sensación de paz que hacía mucho no sentía. Se dirigió a la cocina y se sentó en uno de los taburetes del otro lado del desayunador donde se encontraba Joel. Éste se hallaba todavía como cuando lo recibió al amanecer, en ropa interior. Brendan se sorprendió que la desnudez de su amigo lo perturbara, Joel se dio cuenta pero no dijo nada.
—Buenos días ¿pudiste descansar? —preguntó Joel.
—Buenos días. Sí, dormí un poco, cuando esté establecido en mi departamento podré descansar bien.
—Bueno, no hay apuro. Aquí puedes quedarte todo el tiempo que quieras.
—Te estoy muy agradecido. Desayuno y voy en busca del conserje, me dijo que no habría problemas con que tome el apartamento hoy mismo, después de que le dé una revisada. Su anterior dueño acabó de entregárselo.
Terminaron de desayunar y Joel fue a darse un baño pues se le hacía tarde para ir a trabajar. Brendan se ducharía más tarde, no iría a su estudio porque había pedido unos días en la empresa para resolver sus problemas. Trabajaba en una gran compañía y necesitaba de toda su concentración y por ello era necesario arreglar su situación. Estaba con sus cavilaciones cuando Joel pasó desnudo por el pasillo con el cuerpo todavía mojado y con una toalla alrededor del cuello. Se quedó mirando abstraído el cuerpo de su amigo que parecía libre y desinhibido. Caminaba de un lado a otro de la habitación buscando su ropa y depositándola sobre la cama mientras contemplaba si tenía lo necesario.
En ese momento Joel se percató de unos curiosos ojos mirándolo y sin volverse continuó mostrándose como Dios lo trajo al mundo. Satisfecho de haber producido algún tipo de efecto sobre Brendan, decidió hacer de cuenta que no lo había visto y comenzó a vestirse. Cuando estaba listo tomó su maletín y salió del cuarto para casi chocarse con su amigo en el pasillo. Esta vez sí fue sorpresa para él también.
—¿Dónde vas tan elegante? —preguntó Brendan.
—Hoy tenemos reunión en tu empresa ¿recuerdas? —respondió Joel— y por tal razón necesito estar bien vestido.
—Sí, lo había olvidado pero me alegro que tú vayas, así me cuentas después los pormenores.
Joel era muy conocido en la empresa de Brendan, ya que lo contrataban cada vez que querían restaurar alguna oficina o levantar un nuevo edificio. Todos los empleados los conocían a ambos y sabían de su amistad. Muchas veces se realizaron reuniones donde debía participar el abogado corporativo, el arquitecto, los socios mayoritarios y minoritarios. Era normal que Brendan y Joel entrasen juntos a la empresa y salieran de la misma manera luego de maratónicas horas de trabajo.
Una vez que se fue Joel, Brendan se dirigió a darse un baño y luego salió en busca del conserje del edificio. Tras esperarlo por transcurso de casi cuarenta y cinco minutos el hombre apareció con remarcado gesto de enojo. Lo hizo pasar a la conserjería y ahí le dio una noticia que, en realidad, Brendan no esperaba.
—Me va a disculpar señor Hoffman, pero no podré entregarle el departamento como convinimos —se excusó el conserje.
—¿Por qué no, cuál es el problema?
—Mire, los problemas son muchos, el anterior inquilino ha dejado el departamento prácticamente destrozado y lo que es peor ha desaparecido sin dejar dirección dónde encontrarlo.
—¿Y en cuánto tiempo piensa que podrá tenerlo listo?
—No antes de un mes, quizás mes y medio.
—¿No hay forma de adelantarlo? —preguntó Brendan.
—No, lo siento si se desocupa otro antes le aviso.
—Bien, gracias —respondió fastidiado.
—¿Se queda en el departamento del señor Moore?
—Sí, ahí me va a encontrar y aquí le dejo mi tarjeta para que me llame por cualquier cosa.
Brendan volvió al departamento de su amigo bastante molesto por el inconveniente, había pensado que en el día podría solucionar el problema de su alojamiento. Como ya no podía arreglar nada decidió pedir comida y tener todo listo para cuando llegase Joel. Caminaba de un lado a otro en la cocina mientras hablaba por su móvil con el abogado dándole las últimas directivas para la redacción del documento de la petición de divorcio.
—No era necesario que cocinaras, eres mi invitado —dijo Joel.
—Es lo menos que puedo hacer por darte tantas molestias. Pero no cociné, hice un pedido y acaba de llegar.
—¿Molestias… de que estás hablando? Somos amigos —replicó Joel.
—Es que lamentablemente no puedo ocupar el departamento hasta dentro de un mes como mínimo.
—A mí me parece bárbaro, ya estaba cansado de estar sólo y todavía no sé para qué buscas departamento si aquí sobra el espacio.
—¿De verdad no te molesta?
—Por supuesto que no, si a ti no te molesta.
—¿Qué es lo que debería molestarme a mí?
—Mi condición, siempre la supiste pero nunca lo hablamos y creí que era porque te molestaba.
—¿Crees que me molesta que seas gay? —preguntó Brendan.
—¿Si no es así por qué siempre lo ocultaste incluso ante tu esposa?
—A mí no me molesta, pero Patricia siempre fue un tanto…
—¿Un tanto qué? ¿Homofóbica? —soltó Joel.
—Sí, eso creo. De haber sabido que eras gay me hubiese hecho la vida difícil para poder llevar esta amistad como lo hicimos.
—¿Y tú?
—¿Me estás preguntando si me molesta tú condición después de haber sido tú amigo durante ocho años?
—Tienes razón, perdona. Nunca demostraste incomodidad o repulsión como otras personas.
—¿Repulsión?¿No es una palabra demasiado fuerte?
—Créeme que no, amigo.
—Ven, comamos y después me ayudas a ocupar mi habitación —le dijo Brendan pasándole un brazo por los hombros a su amigo y llevándolo a la mesa.
Joel estaba más que complacido apoyado en él cálido cuerpo que tantas noches lo había dejado sin dormir, pensando cómo sería tenerlo entre sus brazos.


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Serie Club Orión 02


Mi Ángel... mi guardián




Argumento:

El doctor Ordoñez estaba seguro que había encontrado lo que tanto había buscado en ese vibrante e interesante hombre. Parecía ser lo que siempre había añorado, era todo y más de lo que había soñado.
Pero Ángel no pensaba lo mismo y lo abandonó. 
El destino trazó sus caminos de las formas más extrañas y sin siquiera darse cuenta la vida le devolvió a su amor en bandeja de plata, dos veces.
El desafío estaba propuesto, la pulseada los mantenía frente a frente sin que ninguno de los dos quisiera dar su brazo a torcer. 
No sabían qué les esperaba al final del camino. Uno quería descubrirlo, arriesgarse, el otro no. La distancia parecía ser su única respuesta. Pero ambos compartían una única certeza: pasara lo que pasara, siempre se cuidarían uno al otro aunque no pudiesen compartir sus vidas…



Primer Capítulo:



Ángel Trelles –investigador privado– era catalogado como el mejor en su trabajo desde el momento en que su baja en el ejército le dio la oportunidad y abrió una agencia de investigaciones. Marchó tan bien que al poco tiempo tuvo que tomar empleados que lo ayudasen. Se ocupó de enseñarles cómo hacer un trabajo investigativo discreto y que evitar meterse en problemas. Ese era su lema: una discreta y oculta investigación así mediante fotografías y documentos que acreditaban sus hallazgos, daba por terminado su trabajo. Solo resolvía el problema si su cliente se lo pedía y para tal caso meditaba si el esfuerzo sería justificado.

Nunca ocupó su tiempo en resolver casos de infidelidad o de simples estafas de delincuentes insignificante. Le atraían los casos difíciles y hasta aquéllos que jamás se resolvían. Eso lo mantenía ocupado y con la cabeza en otra cosa. No quería pensar en su vida personal y en esos momentos menos. Cuatro meses antes había terminado su relación con Daniel, el niño bonito como le gustaba llamarlo porque sabía que eso lo enfurecía.

Y todo había tenido un comienzo: la noche de la boda de sus amigos Brendan Hoffman y Joel Moore. Esa noche que cambió su vida cuando luego del baile realizado en el club Orión, Ángel se retiró de la fiesta con Daniel.


****

Conoció a Daniel Ordoñez cuando tuvo que salvar la vida a sus dos amigos, luego de una golpiza que el antiguo dueño del Orión le dio a Brendan solo para vengarse de su novio Joel. El hombre había decidido que era mejor matarlos.

Ahí fue donde Ángel entró a formar parte de la historia del doctor Daniel Ordoñez.
O quizás fue al revés.
En esa oportunidad buscando salvarlos, llevó a sus amigos a las afueras de la ciudad, a una de las propiedades de Joel para protegerlos y, habiendo heridos, el buen doctor decidió acompañarlos. Su estadía en la casona, trastornó todo lo que era. No pudo quitar sus ojos de Daniel ni un segundo, de pronto se encontró deseándolo como jamás lo había hecho con nadie. Daniel era hermoso, un absoluto niño bonito que penetró su dura piel y allí se quedó. Sabía que era un error y luchó para que nada pasara entre ellos. Eran dos personas totalmente diferentes, de dos mundos opuestos. Y por más que le diese vueltas al asunto una relación entre ellos era imposible. Se había mantenido firme en su decisión hasta el maldito día de la boda.
Ese día se había levantado más vulnerable de lo normal y todo el ambiente de fiesta y de amor a su alrededor no lo había ayudado para nada. Tampoco podía culpar su proceder al alcohol: jamás se excedía en la bebida y esa noche no fue la excepción. El error fue aceptar bailar con Daniel en el preciso momento en que empezó la música lenta. Sentir su cuerpo tan cerca del suyo y percibir la excitación del buen doctor, unido el perfume de su piel y el calor que emanaba su cuerpo fue demasiado.
Su perdición se inició definitivamente en un paquete llamado Daniel Ordoñez. 
Cuando Daniel percibió que el duro investigador estaba tan caliente como él. Se atrevió a ir un poco más allá.

—¿Qué dices si nos dejamos de jueguitos y vamos a mi casa?¿O es que acaso un hombre tan duro también siente miedo?

—No digas tonterías… ¿de qué puedo sentir miedo? No tienes ni idea de lo que soy capaz en un enfrentamiento —respondió sabiendo perfectamente que no hablaba de esa clase de miedos.

—¿No? ¿Y tampoco sientes miedo de sentimientos inusuales o de alguna sensación a la que no puedes controlar?

—Por supuesto que no y te lo puedo demostrar cuando quieras —inmediatamente después de decirlo se arrepintió, pero ya era tarde.

—Muy bien, este es el momento justo de demostrar tus palabras —lo desafió el doctor.

Las miradas dijeron lo que las medias palabras intentaban completar. La atracción y el deseo era fuerte y claro para ambos, desde que se conocieron. No había tiempo de rodeos o subterfugios.

—¿Así lo quieres? —su voz fue un susurro que erizó su piel— Despídete y sal por el frente, yo lo haré por atrás, ya están acostumbrados a que desaparezca por lo que no llamará la atención, espérame en tu auto —agregó como buen estratega que era.

No dudó en aceptar la invitación y se fueron de la fiesta uno por el frente y el otro por los jardines de la casona. Cuando llegó hasta Daniel éste ya lo estaba esperando con el auto en marcha. Hicieron todo el viaje hasta la casa en silencio, dirigiéndose miradas cargadas de deseo de tanto en tanto. El ambiente era de palpable excitación por parte de ambos. Aunque Ángel continuaba con sus dudas de involucrarse con un hombre que le gustaba demasiado, sobre todo porque ya conocía el final: las separaciones siempre eran dolorosas. Ese había sido el final de todas las relaciones que había tenido hasta el momento. Este hombre le gustaba… y mucho, el adiós le sería más duro que con los demás.
El hombre era especial, maldición… sí que lo era, nunca había conocido a un hombre como Ordoñez. Poderoso como él mismo en actitud, fuerte de cuerpo y extremadamente dulce cuando debía serlo, pero duro cuando era necesario. Lo había comprobado cuando recibió una bala por él en casa de su amigo. Si bien la situación lo había asustado porque estaba dormido, inmediatamente actuó en consecuencia, como médico para asistirlo.
En cuanto llegó a su casa supo que había tomado la decisión equivocada pero ya no podía dar marcha atrás y se prometió intentarlo. La casa de Daniel era un museo de obras de arte. Por donde se mirase había cuadros de renombres, obras de arte de valor incalculable. Su posición económica se dejaba vislumbrar por cada rincón. No es que él fuera pobre, tenía muy buen dinero pero su forma de vida era muy distinta. Y definitivamente el cuarto que habitaba se encontraba muy por debajo de ese lujo. Estaba parado inmóvil en medio de la lujosísima sala con el claro pensamiento que debía marcharse. Dio media vuelta y lo único que logró fue encontrarse con unos tiernos y carnosos labios que le demandaron con ansiedad. Manos ansiosas lo recorrían sin darle tregua o tiempo a retroceder.
Estaba jodido… bien jodido.
Sin poder contenerse se fueron arrancando la ropa que quedó esparcida por los escalones de la amplia escalera, por la que Daniel lo conducía al dormitorio. Besos desenfrenados, caricias de fuego. Ciertamente el ambiente dentro del cuarto se iba caldeando. Casi sin respirar cayeron sobre la cama en un complejo enredo de brazos y piernas. Ángel ya no pudo controlarse, cada beso de su nuevo amante lo quemaba a fuego. Buscó su boca, tomó posesión de ella e introdujo su lengua en busca del placer infinito que ésta le proporcionaba. Bebió de esa pasión como un hombre sediento en busca de más y más. Daniel se lo dio le concedió todo, y exigió una entrega por igual.
Sintió que estaba donde pertenecía. Se introdujo muy profundo en el cuerpo del niño bonito comenzando una danza milenaria. Las caderas de ambos golpeaban en cada embiste de Ángel y Daniel lo recibía dentro suyo buscando y pidiendo más. Tomando posesión de su carne y abrigándolo en su interior suave y sedoso. El ritmo se intensificó, las respiraciones se aceleraron, ambos fuera de control se precipitaron derramando su simiente en un placer inesperado que los llenó de gozo. Yacieron exhaustos, sudorosos pero muy abrazados sin poder despegar el cuerpo el uno del otro. Los recibió el amanecer y con él… el momento de separarse. 

—Imagino que no volveré a verte otra vez —dijo Daniel totalmente convencido.

—¿Por qué piensas eso? —interrogó Ángel, sabiendo la respuesta.

—Sé muy bien que apenas entraste a mi casa te arrepentiste.

—Estoy seguro que esto es un error, somos muy diferentes.

—Mientras hacíamos el amor no pensabas los mismo, y no me vengas con que fue solo sexo. No quiero tu representación de tipo duro.

—Muy bien… y ¿qué quieres de mi Daniel?

—Que me permitas demostrarte que lo nuestro puede funcionar. Nuestras diferencias solo las ves tú. En una relación lo importante es que ambos pongamos de nuestra parte. Danos la oportunidad de ver a qué nos lleva esto.

—Ya veremos… bonito… ya veremos.

Y en realidad lo vieron durante unas cuantas semanas. Se encontraban cada vez que podían. Siempre en casa de Daniel, ni loco le hubiese pasado por la mente llevarlo a su pobre cuartucho. Continuaron viéndose casi siempre por las noches, Ángel siempre ponía de pretexto que estaba trabajando si Daniel lo llamaba de día o lo invitaba para salir a algún lado.

Una noche el buen doctor se animó a hacerle algunas preguntas, que por supuesto no fueron contestadas.

—¿Me invitarás algún día a visitar tu casa? 

—Tal vez… ¿cómo estuvo tu día hoy? —preguntó para cambiar de tema.

—Con conflictos normales de un día común —él también contestó con evasivas.

—¿Tienes algún problema en él trabajo? —quiso saber Ángel.

—Nada de qué preocuparse.

Al parecer tenían dificultades para otro tipo de relación que no fuese la física, que por el momento era suficiente pero ambos sabían que pronto no lo sería. Continuaron con sus encuentros amorosos, sin complicaciones, sin compartir nada más, en un acuerdo tácito. El doctor cuando estaba libre de guardias le enviaba un mensaje a su celular y Ángel lo visitaba, siempre de noche y jamás en público. En algunas ocasiones. estando Ángel desocupado, entraba a la casa de Daniel a esperarlo sin ser llamado y sin que este le hubiese dado las llaves. Él no necesitaba llaves cuando quería entrar a algún lugar. La primera vez que Daniel entró a su silenciosa y vacía casa y se dirigió a su dormitorio se llevó un susto de muerte. Ángel estaba dándose una ducha en el cuarto de baño, luego de la angustia y del posterior arrebato de pasión que lo llevó a meterse a la ducha, lo interrogó. 

—¿Cómo entraste sin forzar la puerta y sin que suene el dispositivo de alarma?

—¿Te olvidas que soy el mejor en mi trabajo? 

—Lo que me lleva a pensar que gasté una fortuna en la mejor alarma del mercado para nada —dijo preocupado porque alguien más pudiese entrar como lo hizo Ángel.

—No te confundas, tu sistema de control es de lo más caro y de lo mejor, como todo en esta casa. Y no te preocupes, nadie podría violarlo —dijo de forma sarcástica.

—¿Excepto tú? —preguntó Daniel incrédulo

—Excepto yo —respondió altanero.

Sin dar más explicaciones, siguió entrando en forma furtiva para sus increíbles encuentros con Daniel. Para Ángel entrar de esa forma en la casa de su amante era su manera de no establecer lazos demasiados profundos: nadie lo veía entrar por la puerta principal. Evitaba, en sus pensamientos que alguien se hiciera una idea equivocada de su relación con el buen doctor. 
Daniel no lo cuestionó y dejó que prosiguiera entrando como si fuese un ladrón, esperaba que de a poco fuese aceptando que la relación entre ambos era más de lo que él quería aceptar.
La cruel realidad abofeteó a Ángel el día en que Daniel le dio la gran sorpresa de pedirle que lo acompañase a una fiesta en honor a su padre. 
Ángel lo pensó; quizás al asistir a esa reunión y ser vistos juntos harían que inmediatamente se notaran las claras diferencia entre ambos. Quizás esa era la respuesta que Daniel necesitaba para darse cuenta que su relación nunca podría ir más allá del sexo.

—No creo que sea prudente que sea yo quien te acompañe —respondió Ángel dubitativo, esperando que no insistiese.

—¿Por qué no, es que acaso te avergüenza que te vean conmigo? —preguntó Daniel sarcástico sabiendo que lo estaba punzando por una respuesta un poco más consistente.

—Claro que no —Ángel se molestó—, el que se avergonzaría de que lo viesen conmigo serías tú.

—Por supuesto que no —respondió Daniel—, muy por el contrario estaría muy orgulloso de que me vieran contigo.

—¿Sabes qué pienso Daniel? Que te niegas a ver la realidad entre nosotros. Tú eres una persona de dinero, fama, de buena educación y un don de gente que yo no poseo y no poseeré nunca. Yo soy una persona, simple, sencilla, que no nació entre algodones, si no que hice mi dinero a fuerza de golpes y sangre. No soy fino, no soy suave, ni delicado y ciertamente no soy la persona idónea que nadie presentaría a su familia.

—No me niego a la realidad, me niego a que tú creas esas sartas de estupideces que acabas de decir. Sí, nací en el seno de una familia adinerada, pero de ninguna manera mi padre me hizo la vida fácil y mucho menos entre algodones como tú crees y si de sangre hablamos, derramé mucha de la mía en cada paliza recibida por no ser el hijo que alguna vez mi padre soñó.

—¿Y aun así quieres ir a una fiesta en su honor? En verdad que no te entiendo —dijo Ángel.

—Debo hacerlo por mi madre. Igual no te creía tan cobarde… siempre presumes de valiente.

—Daniel deja de provocarme —le advirtió.

—Lo haré si me prometes acompañarme. La fiesta no es gran cosa, acompañaré a mi madre a recibir un premio, ella dirá unas palabras, cenaremos, tomaremos unas copas y volveremos como si nada —lo miraba suplicando por un sí.

—Está bien, pero sigo sin estar de acuerdo.

Ángel le dijo que lo esperaba en el Orión, la fiesta lo aterraba y más lo aterraba desentonar y estaba seguro que lo haría. Cuando Daniel aparcó el vehículo en la puerta del club, Trelles se sorprendió mucho. Ordoñez era muy rico pero de gustos simples, no le gustaba la ostentación. Pero allí estaba bajando de un increíble Bentley Continental Flying Spur y vestido con un traje impresionante de Giorgio Armani. De su muñeca resplandecía un Rolex de oro y brillantes mientras en su dedo anular exhibía un añillo Bulgari con un diamante azul para nada simple.

Ángel se quedó parado solo viéndolo acercarse. Daniel notó su incomodidad enseguida y quiso distender el ambiente entre ellos.

—Si sabía que te ibas a poner tan guapo me hubiese vestido mejor —dijo tratando de poner paños fríos sobre el asombro de su hombre.

—¿Mejor? —preguntó incrédulo— ¿Es que hay una maldita manera de vestirse mejor?

Daniel lanzó una carcajada sin poder contenerse. Pero que lo hizo arrepentirse de inmediato.

—Estoy bromeando, debiste mirar tu cara, cuando bajé del auto —trató de disculparse.

—No creo estar preparado para tu fiesta, ni tan bien vestido como tú, mejor no voy.

—¿De qué estás hablando? No es que estés precisamente mal vestido con tu Versace de lujo y tu camisa de seda.

—Nada de lo que llevo puesto está cerca de igualar lo que tienes tú.

—Por favor ignora lo que tengo puesto. Sigo siendo yo. Esto es lo que se espera de mí esta noche. Y no es precisamente por mí, sino por mi padre.

—No entiendo.

—Sí, a pesar del tiempo que hace que está muerto, siguen premiándolo por sus estudios y descubrimientos científicos. Yo estoy muy lejos de parecerme a él. En esta ocasión debo acompañar a mi madre y recibir el premio por él, por ella. Pero te aseguro que prefiero estar en cualquier parte menos allí, por eso quiero tu compañía. Sería lo único que me calmaría y me mantendría en el lugar.
Lo dijo con tanta sinceridad en su rostro que Ángel no pudo más que aceptar acompañarlo y suplicar porque Dios lo ayudase a pasar el trance.


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Serie Club Orión 03

Ven a mí... Rescátame





Argumento:

Gastón estaba cansado de estar solo y el hecho de que sus amigos hubiesen encontrado a las personas que los hacían felices no facilitaba su condición. La llegada de Máximo hizo renacer un viejo anhelo que quizás en ese momento tenía un poco más de sentido.
Máximo había encontrado al fin su ancla para poder establecerse, pero la indecisión y el miedo lo paralizaban. Las dudas y vislumbrar un posible futuro no lo dejaban disfrutar el presente.

Un hermoso Ángel jugará un papel importante en su unión o en su separación definitiva. 


Primer Capítulo:


Se conocían hacía tiempo, pero no habían empezado de la mejor manera. Esa noche en el bar ambos estaban con unas copas de más. Gastón Navarro lo vio solo en la barra del bar y no perdió tiempo. Se le acercó de manera muy sugerente y le habló al oído, Máximo Di Laurenti estaba pasando por un momento duro de su vida. Las atenciones y la cercanía de Gastón lo dejaron más débil aún, sin pensarlo dos veces se fue con él. Caminaron en silencio uno al lado del otro, ambos sentían conocerse de toda la vida, pero ninguno se atrevió a decir nada. A dos cuadras del bar estaba su destino final, el lugar donde se relacionarían íntimamente y eso sería todo, solo una noche. En un hotel de paso dos hombres hambrientos de placer se amaron sin reservas. 
Tras cerrar la puerta, Gastón lo apoyó en ella y lo besó casi con desesperación, sus lenguas se batieron a duelo. Sus cuerpos tan bien acompasados parecían conocerse desde siempre, sus almas gozosas se descubrían por primera vez. Fueron arrancándose la ropa hasta que ninguna barrera quedó entre ellos, solo sus cuerpos y sus ansias. Máximo se entregó en cada beso como si su vida dependiera de ello, y quizás fuera así, quizás su vida dependía del combustible de Gastón. Cayeron sobre la cama, abrazados, desnudos, entrelazados el uno con el otro sin intenciones de separarse. Los besos de Gastón eran el bálsamo que Máximo necesitaba en ese momento, estaba solo en ese país y en una situación muy vulnerable.
Gastón tomó ambas erecciones en sus manos y los masturbó en medio de besos, suspiros y gruñidos de placer. Era evidente que él era muy experimentado en la cama, pero el modelo no se quedaba atrás. Zafándose de su mano, Máximo se deslizó hacia abajo, mientras que con una de sus manos lo mantenía acostado sobre su espalda. Con su lengua trazó el largo y duro mástil orgullosamente erguido, recorriéndolo, conociendo cada milímetro de esa vara aterciopelada. Se detuvo en la punta del glande para absorber la brillante perla que escapaba del pequeño orificio. Codicioso fue por más, metiéndoselo hasta el tronco dentro de su caliente cavidad. Los gritos de inconfundible placer de su amante lo alentaron a continuar, iniciando una serie de acometidas dentro y fuera de su boca. 
Con ambas manos en su cabello Gastón seguía los movimientos de su compañero en su entrepierna. Lo estaba recibiendo en su boca y el placer era enloquecedor. La cavidad suave y caliente de esa atormentadora boca junto a la traidora lengua lo estaba elevando a las nubes. Caería y se rompería en mil pedazos sin poder evitarlo, jamás había sentido algo parecido en toda su vida. No se equivocó, el orgasmo lo sorprendió en una de las acometidas y sin poder evitarlo se derramó, mientras su maravilloso amante lo tomaba en su boca. Era exquisito y torturante a la vez, se sentía flotar en el aire y no quería caer en la realidad. Se quedó allí disfrutando de la irrealidad del momento, mientras Máximo se acomodaba y lo encerraba entre sus brazos. Se sentía débil pero feliz y sin poder explicar su propia reacción, generalmente era el activo de una relación.
—Esto fue… incomparable —dijo Gastón sin poder cerrar su maldita boca—, solo dame unos minutos para que me recupere.
Otra vez quería patear su propio culo con lo que estaba diciendo, parecía un joven inexperto. Cuando en realidad era muy experimentado en la cama tanto con hombres como con mujeres. Jamás nadie había quedado insatisfecho con él, debía ser los efectos de todo el alcohol que había tomado esa noche. Tendría que recuperarse de inmediato o quedaría muy mal ante el hombre. No entendía qué le estaba pasando, Máximo lo derretía, lo dejaba convertido en un guiñapo con solo mirarlo.
—Me gusta tenerte así, tranquilo en mis brazos —le dijo Máximo.
—Has de pensar que soy un débil, pero no es así —se defendió Gastón.
—En realidad pienso que eres una persona que vive muy estresada, a demasiada velocidad, deberías buscar un poco de tranquilidad —sugirió Máximo.
—Con mi trabajo, se debe estar siempre vigilante y en alerta permanente —se justificó Gastón—; tú por el contrario pareces muy tranquilo, me da un poco de envidia.
—No es tranquilidad, pienso que ya no puedo solucionar nada de mis problemas y creo que es entrega —respondió visiblemente vencido por la vida.
—Para todo problema hay solución, tienes que aprender a pedir ayuda, no siempre se puede solo —Gastón no quería entrar en detalles, no en ese momento, pero él lo estaba ayudando.
—No quiero involucrar a más personas en mi problema, no voy a cargar en mi conciencia con la muerte de nadie —dijo Máximo arrepintiéndose de inmediato por su indiscreción.
—Ya hablaremos con más calma —aseguró Gastón al darse cuenta de que se arrepentía de hablar.
—No es necesario, no hay nada que hablar —la amargura de Máximo envolvía las notas de su voz.
Selló el tema con un profundo beso que lo dejó sin aliento. Esta vez fue más rápido Gastón y se sentó a horcajadas sobre Máximo, con su vista recorrió el hermoso cuerpo debajo de él. Musculoso, bien formado, de contextura fibrosa, un adonis, un bello cuerpo, para un bello ser humano. Él lo conocía bien y era una muy buena persona, no le diría nada, no en un momento de pasión, ya habría tiempo. Pero verlo tan amargado tan entregado, le partía el alma. Se inclinó sobre el cuello y dejó un reguero de besos que fue regalando por el amplio pecho, el prieto abdomen, hasta llegar a su muy preparada erección.
Lo recorrió con su lengua de arriba hacia abajo, lo tomó en su mano y mientras miraba a Máximo a los ojos, lo masturbó. Él se agarró desesperado de las sábanas mientras empujaba hacia arriba con sus caderas en un movimiento involuntario. Con ambas manos Gastón lo tomó de las caderas para tenerlo quieto en el lugar y en un solo movimiento y sin dejar de mirarlo a los ojos, se tragó su pene. Literalmente, hasta el fondo de su garganta. El placer era inmenso, el sabor de ese hombre lo enloquecía tanto como el perfume de su piel. Tenía que controlarse, no podía volver a hacer el ridículo quedando reducido a cenizas otra vez. El largo y grueso pene de Máximo entraba y salía de su boca en un baile exquisito.
A Máximo se le debilitaban los músculos y su cuerpo se retorcía del placer que estaba recibiendo. Le gustaba ese hombre y aunque no lo vería más, esa noche lo disfrutaría. Era fuerte, grande, muy bello y en ese momento le estaba dando tal placer que recordaría por lo que le quedase de vida, que no era mucha. La boca de Gastón en su sexo lo estaba matando poco a poco; era cálida, húmeda y muy receptiva. Lo succionaba sin piedad, muy pronto perdería la batalla y estallaría en mil pedazos, lo estaba deseando y lo necesitaba. Necesitaba olvidarse del mundo entero y concentrarse en esa boca que le estaba dejando una marca a fuego. Su amante fue por más, comenzando a preparar su entrada con delicadeza. Atrevidas caricias en su apretado nudo nervioso lo fueron distendiendo poco a poco, dando espacio para que lo penetrara con uno de sus insistentes dedos. Notando el placer en Máximo, Gastón fue por más e introdujo otro dedo que hizo escapar suspiros y ronroneos de placer.
No logró soportar ese dulce ataque por mucho tiempo más y se dejó llevar por el placer y la pasión allí desatada. Sin perder tiempo Gastón lo penetró, abriéndose paso en su apretada y deliciosa carne instalándose en lo más profundo y esperó. Cuando Máximo abrió sus ojos y lo miró comenzó a moverse dentro y fuera sin apartar la mirada de esos hermosos ojos. La intensidad fue creciendo y las respiraciones agitándose; perlas de sudor surcaban ambos rostros pero ninguno apartaba la mirada del otro. Máximo con el envite de sus caderas aceleró el movimiento precipitándolos a ambos al precipicio, cayendo juntos y abrazados.
Gastón lo atrajo a sus protectores y poderosos brazos y allí Máximo descansó su cabeza y se olvidó del mundo. Minutos más tarde cuando volvió a la tierra, luego de un maravilloso estado de luces y estrellas brillantes danzando a su alrededor, Gastón los había tapado a ambos mientras lo abrazaba y lo contenía esperando su regreso al mundo de los vivos. Máximo no quería regresar, estaba bien allí en un lugar inexistente y pleno, sin problemas, sin dolores.
—¿Estás bien? —preguntó Gastón.
—Estoy muy bien, esto fue algo que no esperaba en mi vida en estos momentos, gracias —dijo Máximo satisfecho del momento compartido.
—Tampoco me lo esperaba y no me agradezcas como si no nos fuésemos a ver nunca más —respondió dolido Gastón.
—Ya te dije que estoy en problemas y si no me matan antes quizás tenga que desaparecer, créeme que esto no me gusta más que a ti —aseguró Máximo.
—Tienes que aprender a aceptar ayuda de los demás, Máximo —insistió Gastón.
—No puedo involucrar a gente que pueda terminar herida, o lo que es peor, muerta —explicó el modelo.
—No tiene que terminar así, ¿por qué eres tan negativo? —acusó Gastón.
—Soy realista y conozco a esa gente, no se trata de negatividad —se defendió.
Gastón no quiso seguir con la discusión, prefirió abrazarlo y contenerlo hasta dormirse, el día siguiente sería todo más positivo, estaba seguro. A los pocos minutos sintió cómo la respiración de su amante se ralentizaba y su cuerpo cedía al descanso. Tenía que encontrar la manera de convencerlo de aceptar su ayuda. Claro que no lo necesitaba, ya lo estaba haciendo y lo seguiría haciendo a pesar de su terquedad. En el fondo le gustaría convencerlo de que él podía con la situación y que juntos saldrían adelante. 
Habían pasado juntos unas horas increíbles y el placer y la emoción que sentía le impedía a Gastón quedarse dormido. Se quedó en silencio en la oscuridad sintiendo la acompasada respiración de Máximo y el calor de su cuerpo. Tenerlo tan cerca, poder abrazarlo, acariciar su piel era todo lo que había fantaseado durante los últimos meses. Le parecía imposible que por fin pudiera hacerlo, era la primera vez que le costaba tanto acercase a alguien que le importaba. Sería por eso que sentía tanta obsesión por ese hombre, porque era difícil seducirlo y mucho más atraparlo. Pero de que lo lograría estaba seguro como que se llamaba Gastón Navarro.
Se despertó con los bocinazos del tráfico de la ciudad, después de unos minutos logró ubicarse, estaba en la cama de hotel de paso, solo. Se había dormido muy tarde en la madrugada y no había escuchado a Máximo marcharse. Con una fuerte maldición se levantó y fue a mirar por la ventana. De los dos guardias que había dejado por la noche afuera vigilando como siempre lo hacían donde él estuviera, faltaba uno. Era seguro que estaba vigilando a Max, por lo que sin demasiado apuro se dirigió a ducharse. Luego se vistió y salió del lugar en busca de un café para comenzar su día mientras telefoneaba al guardia que faltaba.
Como suponía, Adolfo seguía a su escurridizo hombre sin perderle pisada. Luego de tomar su café se dirigió a la oficina para hablar con su jefa del caso que venía vigilando hacía unos meses y que se había convertido en su principal preocupación. Sabía que la convencería, pero por si acaso compró café, donas y una rosa. Siempre tuvo métodos persuasivos con su jefa cuando realmente quería lograr su cometido y esta vez no sería la excepción. Luego debía trazar un plan para lograr que Max confiara en él y fuera capaz de contarle la parte de la historia que le faltaba. Lo que estaba por venir sería muy peligroso y si no lograba la confianza del hombre, ambos podrían acabar muy mal.
 Estaba perdiendo su toque con los hombres, no estaba acostumbrado a ser ignorado y esquivado. Muy diferente de muchos que no sabía cómo sacárselos de encima. Lo peor era que sabía que le gustaba a Max y la impotencia de no poder convencerlo para que se quedara cerca de él lo enojaba mucho. Sacando sus intereses personales para con el tipo, lo necesitaba si quería salir vivo de donde lo habían metido. Porque eso lo había investigado en cuanto lo conoció, si lo habían metido en el tráfico de mujeres o lo había hecho por su cuenta. Gracias a Dios había caído en una trampa que su antiguo manager le había preparado por venganza cuando lo despidió. Era una víctima inocente.
Al principio creyó que el problema era el tráfico de drogas. Al ser modelo, Máximo viajaba mucho y lo había hecho dudar. Luego comprendió que al ser famoso, lo que deseaban de él era utilizarlo para hacer caer a las jovencitas con el pretexto de hacerlas tan conocidas como él. Una vez que aceptaran las enviarían en un viaje de trabajo al exterior y las modelos terminarían usadas como prostitutas, con el debido cambio de nombre y de fisonomía. Sin poder hacer nada para escaparse de su proxeneta, debían obedecer o sufrir las consecuencias. Al negarse, Máximo era el que estaba sufriendo las consecuencias. Lo que no sabía era que Gastón ya tenía bajo la mira toda la red delictiva que operaba en tal organización. También había identificado a todos los integrantes y no eran tan peligrosos como le habían hecho creer. Eran unos mafiosos de poca monta que quizás descubrieron el miedo en el modelo y decidieron explotarlo. Pero si no se andaban con cuidado, todo podría salir muy mal, los delincuentes inexpertos eran los más peligrosos.
Le quedaban tan solo unas pesquisas y tendría todos los cabos atados y estaría listo para proceder en consecuencia. Luego estaría libre de preocupaciones para poder seducir a su escurridizo amante. 
Tendría que enseñarle que lo enojaba mucho que lo dejasen solo en la cama y sin despedirse.


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1 comentario:

  1. Hola Marisa ya estas afiliada ^^ tu novela se ve muy interesante ^w^ saluditos

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