...pensaré en ti.
Capítulo I
El timbre sonó con insistencia. Con esfuerzo salió de la cama en bóxer, eran
las cinco de la mañana. Abrió la puerta y frente a él estaba Brendan con dos
maletas y visibles marcas de cansancio en el rostro.
—¿Me puedo quedar contigo hasta que el conserje
pueda darme las llaves del departamento de aquí al lado? —interrogó Brendan
luego de saludarlo.
—Por supuesto amigo, no tienes que preguntarlo. ¿Fue
grande la pelea? —preguntó Joel.
—Esta vez fue definitiva… no va más, mañana mismo
llamo a mi abogado para iniciar la demanda de divorcio.
—¿En verdad… lo dices enserio? —inquirió un Joel muy
aliviado.
—Sí. Quiero dormir, descansar, estar en mi casa sin
discusiones o malas caras. La situación era insostenible y por fin me di cuenta
que todo se terminó entre Patricia y yo.
—Me alegro por ti, esto no era bueno para ninguno de
los dos. Espero que puedas sostener tu decisión —mientras hablaba se dirigió a
la cocina— ¿Quieres un café? —preguntó.
Esperaba que él le respondiera algo, como no
contestó volvió a la sala y encontró a su amigo recostado en el sillón,
dormido. Era seguro que hacía días que no lo hacía. Sonriendo fue a su cuarto
en busca de una manta y una almohada; le levantó la cabeza muy despacio
mientras lo contemplaba con deleite. Luego lo abrigó y se retiró a su habitación,
no era el momento de incomodarlo. Volvió a su cama pero estaba seguro que no
volvería a dormirse, la emoción de tener una oportunidad no se lo permitiría.
Ahora solo lo ayudaría como amigo en todo lo que pudiese y después cuando ya
estuviese tranquilo y sin problemas se ocuparía de lo demás.
Había conocido a Brendan Hoffman en la cafetería de
la universidad cuando él estudiaba su primer año de arquitectura y Brendan el
segundo de abogacía, de eso hacía ya ocho años. El lugar estaba lleno y no
había dónde sentarse, fue esa la razón por lo que Joel Moore le preguntó a Brendan
–que estaba solo en una mesa– si podía acompañarlo. Éste levantó la cabeza de
entre sus papeles y con una sonrisa que dejó a Joel sin aliento asintió.
Comenzaron una conversación que los mantuvo uno frente a otro durante un buen
tiempo, en el cuál se enteró que el futuro abogado estaba casado. Eso lo
entristeció pero fueron haciéndose cada vez más amigos y a partir de ese
momento siempre estuvieron juntos.
También se hizo amigo de Patricia, era una buena
mujer pero con una visión de la vida un tanto particular que ni Brendan ni Joel
compartían. Si bien el matrimonio no marchaba a las mil maravillas era tolerable,
hasta que ella comenzó a quejarse por todo y siempre echaba la culpa a Brendan.
Muchas veces ni siquiera sabía de qué era culpable pero de que lo era, su mujer
estaba segura. Y así fue terminándose lo poco que los unía hasta quedar solo el
hastío.
Joel no pudo seguir en su cama sabiendo que el amor
de su vida dormía en el sillón de su sala. Se levantó y sin hacer ruido se
dirigió a su espectacular cocina a preparar el desayuno. Pronto el
inconfundible aroma a café recién preparado inundó la sala donde dormía Brendan,
que se despertó con una sensación de paz que hacía mucho no sentía. Se dirigió
a la cocina y se sentó en uno de los taburetes del otro lado del desayunador donde
se encontraba Joel. Éste se hallaba todavía como cuando lo recibió al amanecer,
en ropa interior. Brendan se sorprendió que la desnudez de su amigo lo
perturbara, Joel se dio cuenta pero no dijo nada.
—Buenos días ¿pudiste descansar? —preguntó Joel.
—Buenos días. Sí, dormí un poco, cuando esté
establecido en mi departamento podré descansar bien.
—Bueno, no hay apuro. Aquí puedes quedarte todo el
tiempo que quieras.
—Te estoy muy agradecido. Desayuno y voy en busca
del conserje, me dijo que no habría problemas con que tome el apartamento hoy
mismo, después de que le dé una revisada. Su anterior dueño acabó de entregárselo.
Terminaron de desayunar y Joel fue a darse un baño
pues se le hacía tarde para ir a trabajar. Brendan se ducharía más tarde, no iría
a su estudio porque había pedido unos días en la empresa para resolver sus
problemas. Trabajaba en una gran compañía y necesitaba de toda su concentración
y por ello era necesario arreglar su situación. Estaba con sus cavilaciones
cuando Joel pasó desnudo por el pasillo con el cuerpo todavía mojado y con una
toalla alrededor del cuello. Se quedó mirando abstraído el cuerpo de su amigo
que parecía libre y desinhibido. Caminaba de un lado a otro de la habitación
buscando su ropa y depositándola sobre la cama mientras contemplaba si tenía lo
necesario.
En ese momento Joel se percató de unos curiosos ojos
mirándolo y sin volverse continuó mostrándose como Dios lo trajo al mundo.
Satisfecho con la idea de haber producido algún tipo de efecto sobre Brendan,
decidió hacer de cuenta que no lo había visto y comenzó a vestirse. Cuando
estaba listo tomó su maletín y salió del cuarto para casi chocarse con su amigo
en el pasillo. Esta vez sí fue sorpresa para él también.
—¿Dónde vas tan elegante? —preguntó Brendan.
—Hoy tenemos reunión en tu empresa ¿recuerdas? —respondió
Joel— y por tal razón necesito estar bien vestido.
—Sí, lo había olvidado pero me alegro que tú vayas, así
me cuentas después los pormenores.
Joel era muy conocido en la empresa de Brendan, ya
que lo contrataban cada vez que querían restaurar alguna oficina o levantar un
nuevo edificio. Todos los empleados los conocían a ambos y sabían de su
amistad. Muchas veces se realizaron reuniones donde debían participar el
abogado corporativo, el arquitecto, los socios mayoritarios y minoritarios. Era
normal que Brendan y Joel entrasen juntos a la empresa y salieran de la misma
manera luego de maratónicas horas de trabajo.
Una vez que Joel se fue, Brendan se dirigió a tomar
un baño y luego salió en busca del conserje del edificio. Tras esperarlo por
transcurso de casi cuarenta y cinco minutos el hombre apareció con remarcado
gesto de enojo. Lo hizo pasar a la conserjería y ahí le dio una noticia que en
realidad Brendan no esperaba.
—Me va a disculpar señor Hoffman, pero no podré
entregarle el departamento como convinimos —se excusó el conserje.
—¿Por qué no, cuál es el problema?
—Mire, los problemas son muchos, el anterior
inquilino ha dejado el departamento prácticamente destrozado y lo que es peor
ha desaparecido sin una dirección dónde encontrarlo.
—¿Y en cuánto tiempo piensa que podrá tenerlo listo?
—No antes de un mes, quizás mes y medio.
—¿No hay forma de adelantarlo? —preguntó Brendan.
—No, lo siento si se desocupa otro antes le aviso.
—Bien, gracias —respondió fastidiado.
—¿Se queda en el departamento del señor Moore?
—Sí, ahí me va a encontrar y aquí le dejo mi tarjeta
para que me llame por cualquier cosa.
Brendan volvió al departamento de su amigo bastante
molesto por el inconveniente, había pensado que en el día podría solucionar el
problema de su alojamiento. Como ya no podía arreglar nada decidió pedir comida
y tener todo listo para cuando llegase Joel. Caminaba de un lado a otro en la
cocina mientras hablaba por su móvil con el abogado dándole las últimas
directivas para la redacción del documento de la petición de divorcio.
—No era necesario que cocinaras, eres mi invitado
—dijo Joel cuando llegó.
—Es lo menos que puedo hacer por darte tantas
molestias. Pero no cociné, hice un pedido y acaba de llegar.
—¿Molestias… de que estás hablando? Somos amigos
—replicó Joel.
—Es que lamentablemente no puedo ocupar el
departamento hasta dentro de un mes como mínimo.
—A mí me parece bárbaro, ya estaba cansado de estar solo
y todavía no sé para qué buscas departamento si aquí sobra espacio.
—¿De verdad no te molesta?
—Por supuesto que no, si a ti no te molesta.
—¿Qué es lo que debería molestarme a mí?
—Mi condición, siempre la supiste pero nunca lo
hablamos y creí que era porque te molestaba.
—¿Crees que me molesta que seas gay? —preguntó
Brendan.
—¿Si no es así por qué siempre lo ocultaste incluso
ante tu esposa?
—A mí no me molesta, pero Patricia siempre fue un
tanto…
—¿Un tanto qué…? ¿Homofóbica? —soltó Joel.
—Sí, eso creo. De haber sabido que eras gay me
hubiese hecho la vida difícil para poder llevar esta amistad como lo hicimos.
—¿Y tú?
—¿Me estás preguntando si me molesta tú condición
después de haber sido tu amigo durante ocho años?
—Tienes razón, perdona. Nunca demostraste
incomodidad o repulsión como otras personas.
—¿Repulsión? ¿No es una palabra demasiado fuerte?
—Créeme que no, amigo.
—Ven, comamos y después me ayudas a ocupar mi
habitación —dijo Brendan pasándole un brazo por los hombros a su amigo y
llevándolo a la mesa.
Joel estaba más que complacido apoyado en el cálido
cuerpo que tantas noches lo había dejado sin dormir, pensando cómo sería
tenerlo entre sus brazos.
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